Magallanes en bermudas:
turismo,
organización espacial y crisis *
Andrés M. Dimitriu **
* Versión revisada del trabajo
presentado en el V Congreso de la Asociación Latinoamericana de Investigadores de la
Comunicación, ALAIC, Santiago de Chile, 26 al 29 de abril de 2000, publicada en NUEVA
SOCIEDAD Nº 171, Caracas, Venezuela.
** Profesor titular e investigador de la Universidad
Nacional del Comahue, Argentina y doctorante en la School of Communication, Simon Fraser
University, Vancouver, Canada
Resumen
Los Parques Nacionales, reservas,
lo "salvaje" y la naturaleza en general, han sido redescubiertos como recurso,
como mercancía y como espectáculo, pero esta vez en el contexto de una economía en
crisis, de cambiantes percepciones espaciales, de nuevas formas de simbolización y
consumo de paisajes, de culturas, de gente y su trabajo. La espectacularización de la
ecología y las remozadas metáforas sobre la relación sociedad-tecnología-naturaleza
apuntalan la idea de un nuevo orden tecnocrático que es analizado aquí tomando como
referencia el caso de la Patagonia Argentina.
Abstract
Recent announcements about policies to
secure expansion and investment in tourism in Argentina, including the promise to create
one million tourism-related jobs in a short period of time, need to be analyzed in view of
comparative experiences. Open places, national parks, wilderness, and reserves have been
discovered as a multiple resource but in a context of major demands and transformations in
the service sector. The symbolic and spectacular dimension of nature has gained
importance, both in urban as in remote areas, in the context of an economy that is
characterized by fierce competition for visibility and privileged positions in the market.
The role played by tourism, leisure, heritage, image creation, innovation, and real estate
operations is crucial to understand this new scenario. The process of selection of display
strategies (what is selected to be front- and back staged, implying inclusions and
exclusions) and policies in the observed destinations is part of a complex struggle over
control, meanings and hence value attribution - of nature, place, social conditions
and identity.
This paper focuses on the contradictory character of these developments, associating the
pressures to expand tourism with global rearrangements of consumption circuits, and uneven
flows of capital, rather than a response to local needs. It also addresses the role played
by local entrepreneurs, which in some cases promote growth of tourism based on additional
pressures on the environment and labour conditions, but could play a more positive role.
Finally, it raises the issue of inadequate attention dispensed to this industry and
connected phenomena by Latin American communication research.
Introducción
Ninguno de nosotros está completamente
libre de la lucha por la geografía. Esa lucha es compleja e interesante porque trata no
sólo acerca de soldados y cañones, sinó también acerca de ideas, acerca de formas,
acerca de imagenes e imaginarios. Edward Said
Los últimos gobiernos de la Argentina, y el
actual no es la excepción, han buscado sincronizar las políticas nacionales referidas al
sector turístico y de entretenimiento con las llamadas "agendas de nuevos
mercados" que tienen su centro de gravedad, fundamentalmente, en países
industrializados (1). Este reordenamiento de la producción y distribución
simbólica no es casual pues se manifiesta en momentos en que las industrias tradicionales
sufren una aguda crisis (2) y concuerda con las transformaciones que Harvey (1989)
llama la etapa de acumulación flexible. Pero esta agilidad posfordista, que privilegia al
sector de los servicios y a las tecnologías que le dan sostén, tampoco puede avanzar a
menos que sea acompañada por una batería de ordenamientos, prescripciones y
disciplinamientos corporativos como los que se tejen más o menos en secreto- en el
seno de la Organizacion Mundial del Comercio o el postergado Acuerdo Multilateral de
Inversiones (3). Tales estrategias tienen por finalidad derribar obstáculos
contextuales (aduaneros, fiscales, de leyes ambientales y laborales, cuando no de
competencia local) para facilitar, con necesaria anticipación, el control sobre la
circulación de materia prima, capital, gente y productos culturales, o reservar acceso
privilegiado a los segmentos más rentables. Con las actuales reglas, entonces, donde
está escrito "hagamos negocios" habrá que hacer varias y cuidadosas lecturas
paralelas, especialmente por la extrema volatilidad del capital de inversiones, por las
particularidades (y ambigüedades) de sus ocasionales contrapartes locales y por las
múltiples y complejas conexiones entre lo simbólico y lo material (4). Uno de los
sectores privilegiados de este escenario es la industria del deporte, el entretenimiento y
el turismo que, por su acumulada experiencia de movilidad y adaptabilidad, está en
mejores condiciones de ubicarse con ventajas frente a la feroz competencia entre destinos,
de identificar nuevos nichos de mercado, de aprovechar sitios o recursos no explotados y
de acelerar tasas de rentabilidad en una sinérgica combinación con otros sectores, como
transporte, servicios bancarios, hotelería, arquitectura, publicidad y medios. Las
ramificaciones de tales cambios en el actual régimen de acumulación son varias, e
incluyen reconversión y gentrificación (5) de ex zonas industriales, fábricas y
depósitos abandonadas, puertos (Puerto Madero en Buenos Aires, por ejemplo), sistemas
ferroviarios o de transporte fluvial, costas y zonas suburbanas (el Tren de la Costa en la
Provincia de Buenos Aires, que luego de transitar por diversos centros de compra desemboca
en un parque de diversiones en el Delta del Río Paraná), del corazón de las ciudades
(que ya no albergan las casas matrices de las grandes empresas pues es más seguro y
efectivo en costos mudarse a nuevas urbanizaciones) y de zonas rurales (por ejemplo
reservas naturales y parques nacionales, provinciales o municipales). A su vez, la
movilidad de inversiones y capital constituye, justamente, uno de los puntos claves para
interpretar tanto la creación de nuevos enclaves, atrayendo otros rubros y servicios de
planificación urbana, arquitectura, construcción de infraestructura y circuitos de
consumo, como su cíclica depreciación, desplazamiento o destrucción, fenómenos que han
sido explicados más como una característica endémica del capitalismo (Harvey, 1990) que
como una cuestion atribuíble a cambios de preferencias de los consumidores.
Las crisis de acumulación arrasan con gente,
puestos de trabajo, economías regionales y ecosistemas. A veces controladas, las crisis
son descriptas, siguiendo la moda de los meteorólogos cuando le ponen nombre a los
huracanes, como "efectos" (Samba, Tequila, Sake, etc) pero son parte integral de
este sistema económico que es presentado único, homogéneo y envolvente como la
atmósfera y es en este sentido que hay que interpretar tanto los conceptos de destrucción
creativa y, especialmente, el de innovación (Harvey, 1990, Zukin, 1990) y de desarrollo
desigual, como condiciones necesarias para sostener esa movilidad (Smith, 1984) que
exige permanente creatividad tecnológica, especialmente en la producción y el consumo
simbólico y artístico (Harvey, 1990). El capitalismo depende de una permanente
renovación, destruyendo o devaluando, extenuando (consumiendo) y reflotando lugares y
recursos, sea en Atlantic City, Cancún o cualquier otro centro turísticos del mundo. En
muchas regiones, la respuesta a estas nuevas o aceleradas- condiciones de desarrollo
desigual ha tenido resultados contradictorios, algunos de los cuales se analizarán aquí,
tomando referencialmente el caso de la Patagonia Argentina.
Magallanes en bermudas
Las múltiples consecuencias del turismo en el
tercer mundo, como de sus alternativas, han sido analizadas en detalle en la
bibliografía seleccionada- por Brohman (1995) y Pleumarom (1994) desde la economía
política, por Shaw y Williams (1994) desde la sociología del turismo, y por Stonich
(1998) desde la ecología política. La tendencia a la apropiación de lugares de
producción rural (rutinariamente descripta como vida "atrasada") y parques
nacionales o provinciales para ser reconvertidos en reservas, campos de golf , retiros
exclusivos o privatizados, es sólo una parte del problema, sin embargo, y nada nueva si
consideramos la historia de la delimitación de territorios y desplazamientos forzados de
pobladores. Esta vez, sin embargo, no se trata de la simple réplica de las enclosures
inglesas que facilitaron la aparición de bucólicas aldeas en una campiña casi
despoblada, como contracara de las aglomeraciones obreras en las ciudades o alrededor de
las industrias, o de pillaje colonial tradicional, sino de una serie de fenómenos
complejos y entremezclados que, en continuidad con aquellos ejemplos, conjugan el control
sobre recursos naturales tanto en forma más o menos directa, por ejemplo como la
propiedad inmobiliaria, las concesiones para utilizar el lugar por medio de ecoturismo en
ciertas zonas o la extracción de materias primas en otras, como con el control indirecto
por ejemplo a través del patentamiento comercial de la biodiversidad o el pago de
derechos de marcas comerciales y nuevas maneras, cada día más sutiles, de cobrar peaje y
crear barreras en espacios comunes. Sin idealizar, es posible afirmar que se está
gestando un modelo diferente entre los agricultores europeos, que logran imponer una idea
de multifuncionalidad que define la vida en el campo a partir de una variedad de
consideraciones que toman como referencia el valor de mercado como un argumento,
pero no el único ni el más importante (6). Claro que una cosa es defender la vida
en el campo, su riqueza de tradiciones, su presencia política y cultural, el sostén a la
calidad de producción gastronómica (por ejemplo evitando el agregado de hormonas a la
producción pecuaria, o negarse a sembrar y utilizar productos transgénicos) y recuperar
el sentido positivo de una economía de subsistencia y otra bien distinta el subsidiar la
producción destinada a destrozar competidores dentro y fuera de la Unión Europea (7).
Pero fuera de este aspecto, que por cierto no es un detalle, vale la referencia a la
actividad turística cuando no genera vulnerabilidad estacional, cuando está integrada al
resto de la producción, creatividad y derechos locales, cuando adquiere otro carácter
porque la vida y el sentido (la percepción) del lugar es negociado entre visitante y los
lugareños en condiciones que no implican dominio físico, financiero o cultural,
característico de la actual "extorsionomía" (economía de la extorsión) en
otras regiones del mundo.
Viajes y modernización: ¿panaceas de la
"economía de la información"?
A partir de los años 60 el turismo ha sido
promovido, por las agencias internacionales de crédito y desarrollo, como una manera
efectiva se decía y se dice- de transitar el camino a la modernización, de lograr
competitividad, de integrar regiones categorizadas como atrasadas a la economía
occidental, de adquirir nuevas destrezas y competitividad a través de la transferencia de
tecnología, de atraer inversiones siempre y cuando los gobiernos locales
comprendiesen la importancia de generar y sostener climas favorables y garantías a las
inversiones- y de diversificar las fuentes de ingresos, entre otras promesas. A su vez,
los gobiernos locales, para demostrar que están preparados para el reto, se ven obligadas
a organizar la escenografía y la infraestrcuctura que suponen la más adecuada para
aumentar el prestigio de los destinos (Brohman, 1995; Stonich, 1998; Pleumarom, 1994).
Sería caer en una de las limitaciones del
dependentismo, sin embargo, afirmar que los estados periféricos no han jugado, desde su
creación, un rol protagónico o complementario en la difusión del modelo modernizador,
dadas las múltiples y tempranas vinculacions de sus élites urbanas con los centros
industriales y comerciales europeos y norteamericanos. La dicotomía entre civilización
vs. barbarie, por ejemplo, exitosamente impuesta por Sarmiento (1811-1888) y otros
representantes liberales de su generación, implicaba el dualismo de premios y castigos,
promoción y supresión, subsidios y postergaciones, asociación por afinidad y
paternalismo populista, lo urbano cosmopolita y lo rural, el front y el back
stage: lo que es puesto en escena y lo se oculta detrás de las bambalinas (8).
A partir de mediados del siglo pasado (gobierno de la Confederación Argentina, 1852-1861
y gobierno de la Argentina Unificada de Mitre, 1862-1868) exhibir un particular proyecto
de país y propagandizar sus visiones del futuro, tanto como difundir las ventajosas
condiciones ofrecidas para las inversiones o la inmigración, era una porción central en
la construcción de un espacio nacional. Fue en las principales ferias y exhibiciones
internacionales, más que las misiones comerciales y diplomáticas, donde se privilegiaron
los aspectos que sincronizaran con este proyecto.
En 1889, después de la ocupación militar de la
Patagonia, se pudo mostrar al mundo las dos Argentinas, en palabras de Francisco P.
Moreno[1852-1919], "una los elementos con que contamos para seguir adelante y otra
los que han desaparecido después de actuar en la larga lucha por la existencia desde lo
ignorado hasta el día, para hacer que seamos lo que somos", representada la segunda
por los pueblos indios, desde "la primera sociedad humana en la época de la piedra,
encarnada en un indio fueguino", y "ascendiendo en la evolución social",
otros grupos "que también perecieron víctimas de la implacable ley indicada [del
progreso]" (Navarro Floria, 1999, 38).
La geografía, que a mediados del siglo XIX
estaba dominada por una percepción colonial de frontera (9) que debía ser
conquistada por la fuerza de las armas, el telégrafo y el ferrocarril, está siendo
incorporada -hoy como una escenografía domesticada- a la esfera dineraria y simbólica
del comercio centralizado. Esto no excluye, sin embargo, el avance de prácticas
destructivas, que siguen siendo contabilizadas como "crecimiento", como la
concesión de extensas cuencas petrolíferas y gasíferas. La organización territorial de
la Patagonia actual exhibe un contraste entre las zonas destinadas a la explotación
intensiva y la contaminación (por las industrias, la producción agropecuaria
tecnologizada, la actividad extractiva y la presión permanente para recibir residuos
tóxicos y hasta nucleares) por un lado, y las reservas o áreas intangibles del
paraíso perdido por el otro. Una implicando la otra: si hay zonas que debemos proteger
del "hombre" (un plural universalizador que pretende redimir de
responsabilidades concretas) es porque hay otras zonas nada menos que el resto,
donde vive la mayoría de la gente- en las que se deben aceptar los costos, los riesgos y
los salarios bajos que sostienen el progreso. Ambos extremos (la naturaleza violada y la
naturaleza protegida) son definidas desde los mismos centros y administradas,
principalmente, con cálculos de costo/beneficio. El "mercado", con su mano
invisible y su existencia concreta, exige, demanda.
Otro factor de colonización, ligado en más de
una dimensión con el turismo, es el de las políticas de (in)migración. Las migraciones
(temporarias, permanentes, forzadas, o por cualquier otra razón) ocupan un lugar central
en la historia de las prácticas espaciales en la Patagonia, y conectan a por lo menos
cuatro cursos narrativos que le otorgaron un carácter distintivo y una base nada
despreciable para la actual comercialización de pasado y "valor agregado" al
consumo de los diferentes destinos presentes y futuros:
- los relatos de (o que rodearon a los) adelantados
y viajantes (comerciales, aventureros o naturalistas como von Humboldt o Darwin, piratas,
navegantes como el capitán Fitz Roy, "Butch" Cassidy, etc) que, al márgen de
la búsqueda de recursos naturales, prospección territorial o dinero fácil, ayudaron a
construir una imagen romantizada de la región, que suponían ilimitada en recursos (10);
- la producción literaria de quienes nunca pisaron
sus costas, como Daniel Defoe (A New Voyage to the World by a Course Never Sailed
Before, publicado en Londres en 1725) y Julio Verne (El faro del fin del
mundo), entre otros.
- Las necesidades e imaginarios de los estados
expeledores (por ejemplo establecer islotes étnicos para preservar identidad nacional a
los galeses) y
- las experiencias y crónicas de los mismos
migrantes como las de quienes quedan atrás en los lugares abandonados.
Como política cultural y económica, la idea de
traer europeos a Latino América siempre estuvo acompañada de expectativas de
modernización, de mejoramiento en las relaciones internas y de cambio de mentalidad:
"cada europeo que viene a nuestras playas dice Alberdi en 1852- nos trae más
civilización en sus hábitos que luego comunica a nuestros habitantes, que muchos libros
de filosofía" (Alberdi, en Shumway, 1993, 166). Los migrantes ayer, como los
turistas hoy, aparte de transportar visiones y demandas acerca de formas de producir y
consumir, también son utilizados como excusa para extender una infraestructura que, se
ansía, produzca y multiplique los efectos positivos:
los grandes medios de introducir Europa en
nuestro continente en escala y proporciones bastante poderosa para obrar un cambio
portentoso en pocos años, son el ferrocarril, la libre navegación interior y la libertad
comercial. Europa viene a estas lejanas regiones en alas del comercio y la industria, y
busca la riqueza en nuestro continente. La riqueza, como la población, como la cultura,
es imposible donde los medios de comunicación son dificiles, pequeños o costosos"
(Alberdi, en Shumway, 1993, 173).
Si excluímos los desplazamientos forzados, la
gente siempre viajó por múltiples razones: placer, aventura, búsqueda, peregrinaciones,
escape de rutinas opresivas o conquistas. En las actuales condiciones, el viajar implica
utilizar una plataforma común a muchas actividades que amalgama esas dimensiones en un
mínimo común denominador: su comercialización. El turismo actual, para Watson y
Kopachevsky, es la extensión del proceso de mercancialización (11) de la vida
social que, por medio de un complejo proceso de industrialización y consumo de símbolos
integrado a los medios, pierde la espontaneidad, dejando de ser la alternativa a rutinas
laborales y libertad de opciones que suponía ofrecer (Watson y Kopachevsky, 1994, 645). Y
los números indican que las múltiples motivaciones y formas de viajar (no olvidemos que
se espera de cada musulmán que viaje a La Meca por lo menos una vez en su vida, y
también otros circuitos, por ejemplo el que los operadores llaman el "mercado
educativo" y la consecuente realización de congresos, encuentros y seminarios, por
mencionar dos rubros entre muchos que la Organización Mundial del Turismo contabiliza en
sus estadísticas) aumentan exponencialmente. De acuerdo a las estadisticas de la OMT, de
25,3 millones de arribos turisticos contabilizados en 1950, la cifra trepó 500 millones
en el 93 y se estima que superará los 937 millones en el 2010 (Brohman, 1995, Pleumarom,
1994).
Una cuestión central aquí es la insuficiente
atención que esta actividad y sus vinculaciones con urgencias estructurales de la
economía - ha recibido hasta ahora desde la comunicación Latinoamericana. Siguiendo
algunas de las periódicas revisiones sobre los estudios de comunicación (12) es
posible encontar referencias a fenómenos indudablemente conectados: publicidad, medios,
la relación entre relatos de viajeros (históricos o actuales) y su influencia sobre la
elección de destinos, consumos culturales, fiestas populares o religiosas, etc. En
general, y posiblemente por el excesivo celo por delimitar el campo, se pueden mencionar
por lo menos dos dimensiones que necesitan ser integradas, una que suele estar
sobredimensionada y otra prácticamente ausente. La primera es un media-centrismo
metropolitano, que universaliza (o naturaliza) sensibilidades y percepciones urbanas y
analiza la formación de los discursos pero respeta, tal vez exageradamente, las
tradicionales fronteras de la especialización disciplinar. La segunda se refiere a prácticas
espaciales en el sentido que observó, por ejemplo, Fernand Braudel (1986), en quien
se inspiró Armand Mattelart (1992) para titular su integrador e indispensable libro La
Comunicación-Mundo) (13). En ambos casos, los enfoques sobre las llamadas
nuevas tecnologías de comunicación e información tampoco han dejado mucho lugar para
relacionar las trayectorias del lenguaje con determinaciones estructurales en un sentido
más amplio y complejo. Tal vez sea posible delinear aquí, en trazos necesariamente
incompletos, la importancia de los nuevos escenarios político-económicos en los que el
turismo se conecta en varias dimensiones con la comunicación.
Crisis, innovación y parques temáticos: pagar
para creer
Para sobrevivir, el capitalismo se recuesta en la
permanente creación y recreación de una espacialidad instrumental y socialmente
mistificada que es presentada, a pesar de sus monumentales y ocultadas consecuencias
negativas, como un inevitable destino de competencia y aceleración (Harvey, 1990; Smith,
1984; Zukin, 1990). Estos usos flexibles de espacio y tiempo requieren, aparte de su mera
descripción, de una interrogación más profunda acerca de consecuencias y alternativas.
Por un lado, lo que es presentado como una
multiplicidad de experiencias subjetivas y la democratización del consumo, por ejemplo a
través de la expansión mundial del turismo y otras formas de canalización del ocio y
del viajar, bien puede estar conectada con nuevas y más rígidas formas de
disciplinamiento y control sobre lo que hace la gente en su tiempo libre (Harvey, 1990;
Mosco, 1996). Una de las finalidades de este trabajo es la de explorar las conexiones
entre las actuales metáforas e imaginarios de (o acerca de) la naturaleza en relación a
la organización política y económica del espacio. Paisajes remotos y reservas, tanto
como los primeros museos de historia natural y los actuales parques temáticos son, vale
tener en cuenta, espacios socialmente construidos con fines específicos que no dejan de
reflejar, sin embargo, la complejidad y la dinámica de los conflictos y las relaciones de
poder existentes. Central es, entonces, la interrogación acerca de cómo se vinculan las
actuales formas de producción y circulación de metáforas sobre la naturaleza con
procesos actuales de expansión y renovación del capitalismo y del centralismo,
analizadas desde contextos sociales, culturales y geográficos específicos. No hay
maneras simples de manejarse con el concepto de naturaleza, decía R. Williams, por el
caracter variable e histórico que implica y por la multiplicidad de sentidos asociados.
Hasta lo que es asumido como una idea neutral, por ejemplo en la "esencia o
cualidades intrínsecas" de una cosa en particular es, en realidad, una construcción
social que poco tiene de accidental (Williams, 1980, 68). La busqueda de leyes inmutables
y dominio de la naturaleza, al tiempo que prometía emancipación y la finalización de la
lucha por la sobrevivencia, sustituyó las jerarquías medievales por los poderes de la
mecánica, abstrayendo a las relaciones sociales, las divisones de trabajo, la regulación
del conocimeinto, y aislando las conecciones entre estas cuestiones y las relaciones
causales con las fuerzas de la naturaleza. Luego del cambio (en los centros de las
sociedades occidentales) hacia una interpretación monoteísta de la naturaleza, quedó
establecida la distinción práctica entre Dios y naturaleza, lo que permitió la
observación de cómo ésta "trabaja", la descripción de procesos en el tiempo,
y la conducción de experimentos para modificar el curso de estos procesos, con todas las
implicancias y metáforas de la modernidad por la que máquinas, la sociedad, el lenguaje
y el cuerpo se unificaron en un único mecanismo cósmico. También ciertas creencias
populares, especialmente de las ciudades, ganaron estatura: la naturaleza era todo aquello
que no era tocado y arruinado por el ser humano, la naturaleza quedó como sinónimo de
lugares solitarios y salvajes (Cronon, 1994; Williams, 1980). Estas percepciones
históricas también otorgaron una poderosa autoridad moral tanto al ambientalismo como a
la hipótesis de la "dominación de la naturaleza" a través de una ontológica
y por lo tanto no responsabilizable- "condición humana", que termina
oscureciendo el particular rol del capitalismo en la destrucción ambiental (Smith, 1984,
28-31).
Por otra parte, nos recuerda Williams, las
antiguas nociones de ley natural, que incluían al concepto de los commons y una
concepción positiva de justicia social, fueron intensamente atacadas por los utilitarios
(por ejemplo los seguidores de Jeremy Bentham , el mismo del panóptico, de la máquina de
castigar y de la teoría económica de la satisfacción) pero esta vez con una herramienta
mucho más afilada: la sociedad como mecanismo previsible y el mercado como circuito y
arena de preferencias para las transacciones (Williams, 1980, 79). Con la
industrialización y el crecimiento urbano, hubo que resolver la cuestión de la
visibilidad de las consecuencias y de la excesiva exposición a las miradas públicas. Un
camino fue el de separar aún más la producción del consumo: las masas rodeando las
regiones fabriles por un lado, los cotos cerrados, el refugio del industrial (el mismo que
contamina) y de la gentry en la campiña bucólica y los parques naturales
por el otro. Esta separación geográfica entre producción (la rutina, los olores de la
industria y la ciudad, lo opresivo, los conflictos) y consumo (el disfrute solitario de
naturaleza "pura") puede ser asociada, en ciertos sentidos, con el oportuno
aprovechamiento de las antiguas nociones de libertad atribuídas al outsider, desde
el retiro de Cristo al desierto, hasta el primitivismo romántico de Rousseau y más tarde
el privilegio, la distinción de clase y el individualismo rudo (rugged individualism)
que surge tanto durante el colonialismo como con el turismo de élite despues de la guerra
civil estadounidense (el retorno de oficiales veteranos al campo de batalla en épocas de
paz, pero esta vez acompañados por baqueanos) que hoy sumando otros componentes
tecnológicos- es continuado con el look á la Indiana Jones, el turismo de
aventura, y el fanatismo off-road de los consumidores de vehículos 4x4, por
mencionar algunos segmentos del explosivo mercado de las actividades al aire libre.
Al separar producción de consumo, industria y
ciudad de campo, o contaminación de lugares romantizados (reservas), la organización de
diferenciaciones espaciales benefició especialmente al sector inmobiliario, que ha sabido
subrayar y aprovechar diferencias de vida al aire libre y casas de fin de semana. Los
lugares salvajes o prístinos no fueron ni son asociados entonces al trabajo
productivo o percibidos como posible vivienda permanente (de ahí la histórica
contradicción entre los proteccionistas y los agricultores, como señala Guha, 1997). Con
el aumento de la polución, la cotización inmobiliaria de lugares poco contaminados
aumenta tanto como las presiones sobre los pobladores para que emigren o queden como dato
antropológico-decorativo. (14)
Externalizar y alejar la naturaleza permitió,
además, subyugarla y crear espacios (parques y reservas) destinados a enfatizar la
existencia de un orden natural referencial "allí afuera", libre de
contradicciones, inalcanzable para la discusión e interpretación pública. Inicialmente
temida como lugar salvaje, especialmente en los EEUU, aunque también en lugares como la
Patagonia (conquistada por Buenos Aires con ayuda de los rifles Rémington y las
operaciones inmobiliarias anticipadas, ergo categorizada como desierto, es decir
ausente de humanos), la idea de frontera se fue transformando en un territorio domesticado
en el que las diferentes clases sociales, a través de una variedad de prácticas
espaciales (desde pinturas naturalistas y otras formas de apropiación simbólica hasta
campamentos de verano y turismo social) consumen e internalizan las virtudes asumidas de
una naturaleza pura y externa. Esto ocurre en dos sentidos: por un lado, como observa
Cronon, la idea de wilderness tiende a privilegiar ciertas partes de la naturaleza
a expensas de otras. La mayoría de nosostros, sospecha, sigue las convenciones de los
románticos, y encuentra que las cumbres montañosas son más sublimes (la altura) que los
mallines, las sabanas o los desiertos (Cronon, 1994, 87). Por otro lado, idealizar lugares
distantes con frecuencia propone ignorar el ambiente en el que vivimos cotidianamente y
justifica situar, a través de esa dualidad, nuestras preocupaciones ambientales en algun
lugar "allá", lejos de un campo social común sujeto a debate. Es precisamente
el uso de naturaleza como algo invariablemente externo lo que tapa el análisis de las
circunstancias sociales e históricas que lo definen, señalando a la naturaleza como un
imperativo moral incuestionable. No hay otra manera de hacer las cosas, y por lo tanto
cualquier alternativa es antinatural. Así como Adam Smith le endilga a la Providencia la
creación de ricos y pobres en el reparto de tierras, la lista de situaciones
ideológicamente naturalizadas es inmensa, el capitalismo en sí no es tratado como una
circunstancia histórica sino como un producto inevitable y natural. Cuestionar este orden
(Polanyi, 1942, lo denomina "experimento") es cuestionar la naturaleza humana en
sí misma, y el que se atreve a eso seguramente está "afuera", es
"loco" (Smith, 1984, 16).
El caracter demostrativo de tales jerarquías
culturales, animales y ambientales no sólo contenidas en y por la taxidermia de los
museos como la Smithonian Institution y el Museo de Ciencias Naturales de La Plata a fines
del siglo pasado - pronto se entrelazó con las industrias del entretenimiento, pero por
diferentes e inesperadas razones. Para Davis (1997) las exhibiciones en los museos a
principio de siglo tienen la función de educar a los inmigrantes a los Estados Unidos
acerca del orden social al que debían someterse (Davis, 1997, 33). Objetos, animales,
plantas y reproducciones fueron usados como recurso simbólico y herramienta para
prescribir, demostrar y mejorar al ser humano. Parques de diversiones, circos,
exposiciones industriales y ferias mundiales popularizaron una visión cientifica del
mundo que integró la naturaleza y las sociedades de los márgenes al mapa colonial de
occidente. Inspirada por estudios críticos sobre la Disney Corporation iniciados a
principios de la década del 70 por su suegro, el recientemente fallecido Herbert
Schiller, Susan Davis toma el caso del Sea World de San Diego y analiza las nuevas
formas de recrear, empaquetar y vender la idea de naturaleza que proponen las
corporaciones. Lo que persiguen las empresas, dice Davis, no es sólo el lucro logrado por
la venta de entradas, folletos, videos, indumentaria, afiches, juegos didácticos y otros
productos. Estos nuevos centros combinan entretenimiento con el selectivo display de un
mundo amenazado, precisamente, por las practicas industriales, por la agricultura
extensiva o comercial/intensiva, las mega-infraestructuras o las guerras. En esa
dramatización, la naturaleza es presentada de manera que focaliza cuidadosamente los
horizontes deseables por las empresas, publicitando un futuro en el que éstas anticipan y
definen campos de interés en los que piensan invertir, investigando al mismo tiempo las
tendencias, demandas y percepciones de sus visitantes. Los parques temáticos como Sea
World aparte de combinar entretenimiento, un cuidadoso marketing de preferencias y
conductas, curriculas educativas privatizadas y ventas mayoristas alrededor de atracciones
particulares (orcas, ballenas, delfines), proclama la neutralidad de estas formas de
entretenimiento y celebra los logros ambientales de sus tecnologías (lo ambiental como
algo científico e indiscutible, en una trayectoria similar a la economía).
Davis hace hincapié en otra cuestión central:
el sentido original y el atractivo de los parques y reservas declinó en los Estados
Unidos, o están sujetos a reducciones presupuestarias, y son los parques temáticos los
que los sustituyen gradualmente. La experiencia simbólica del turismo tiende a ser una
experiencia recreada en el espacio urbano, se virtualiza. Mientras tanto, sin embargo,
éstos y otros espacios verdes del mundo salen de la administración pública e ingresan,
a medida que trepan hacia nuevas escalas de valor, a la esfera de regulación del mercado
inmobiliario o se usan para pasturas, minería, reservas privatizadas de bio-diversidad (15).
Los parques temáticos basados en la representación de naturaleza son, dice Davis, el
paso siguiente en la lógica secuencia y proceso de integración de la wilderness
al mundo del comercio de los Estados Unidos (Davis, 1997, 237). Con la expansión global
de los negocios dependientes del consumo de la naturaleza, la diversidad cultural, como la
biológica, es bienvenida siempre y cuando cumpla con el requisito fundamental de que se subordine
a ese esquema, agregando el colorido local que cada uno considere necesario y
apropiado para sobrevivir. Este es uno de los flancos débiles del pluralismo liberal y de
no pocas vertientes posmodernas que le son fieles pues terminan celebrando las
posibilidades de variedad , identidad y elección (choice) que dice ofrecer el
sistema de mercado, desplazando del centro del análisis tanto las circunstancias
materiales en este caso tierra, agua, recursos paisajísticos- como las condiciones
de poder que determinan su uso. Las masivas protestas organizadas en Cochabamba, Bolivia,
contra el alza de las tarifas del agua en abril de este año demuestran el carácter
concreto del control global sobre el agua, que tiende a ser privatizada para el "bien
de la humanidad" .(16)
La competencia de y entre - los lugares
para lograr visibilidad en el mercado debe seguir, se propone, la ley de hierro del
capitalismo: dinamismo sincronizado (no espantar al turista o al inversor) y crecimiento
(sustentar climas favorables a las inversiones, hacerse cargo de las externalidades
negativas, como rotura de caminos o sobreutilización del agua potable) para garantizar la
carrera por incrementar el valor de las mercancías. Para lograr esto, la capacidad de
introducir de los modelos de trabajo -de las grandes cadenas de comidas rápida y de
muchos otros servicios ("buenas tardes, mi nombre es X.X., en qué puedo
ayudarlo/a", muchas promesas y premios simbólicos, bajos sueldos)- y la
construcción seriada, culturalmente "pluralizada" en las pantallas de ordenador
de los arquitectos y diseñadores, de centros de entretenimiento, de barrios o ciudades
siguiendo el esquema del EPCOT (Experimental Prototype Community of Tomorrow, nada
menos) de la Disney Corporation son apreciadas como habilidad y voluntad local de reducir
riesgos y entrar al mundo competitivo. Los productos simbólicos cruzan así los sectores
culturales y económicos y es esa "polinización intersectorial", como dice
Zukin, la que incrementa el valor de los bienes y servicios de consumo y capital invertido
(Zukin, 1990, 48). En este contexto, los medios cumplen el rol de facilitar el flujo de
capital, y esa función es hoy más importante que nunca porque las formas flexibles de
acumulación han sustituído la inversión en objetos fijos, como hoteles o
infraestructura (que quedan como tarea, costo y riesgo local), pues operan con el control
sobre la velocidad y el espacio (Harvey, 1990; Mosco, 1996, Zukin, 1990, Watson y
Kopachevsky, 1994).
A modo de cierre
Las condiciones de la actual organización y
control espacial de lugares y gente agrega nuevas incertidumbres, aumentando el número y
la intensidad de conflictos referidos al uso concreto y acceso a recursos, tanto o más
que de la denominación del lugar, las cuestiones de identidad local o las percepciones y
sensibilidades del visitante. La búsqueda y descubrimiento detallado de las últimas
fronteras territoriales, biológicas y culturales (con su correspondiente inventario
visual, y no es casualidad que exista el Discovery Channel, o que el anuncio sobre
el Proyecto Genoma Humano haya sido comentado, por el presidente Clinton, como "el
mapa más maravilloso jamás creado por la especie humana") también implica la
pretensión de su apropiación física, a la vez que simbólica (declarando los lugares
patrimonio de la humanidad o bienes universales adminstrados por tecnocracias), y su uso
en condiciones de desigualdad social y diferenciación geográfica.
La naturaleza, por otra parte, también ha sido
redescubierta como algo que ya no es buscado en lugares distantes sino producido,
reformado y vendido a través de interpretaciones simbólicas más restringidas que, de
esta forma, aumentan, en vez en disminuir, su separación histórica de los seres humanos.
Por otra parte, las geografías locales, o destinos, tampoco son vendidos (a pesar de la
insistencia de los comerciantes locales en "vender" la parte más apetecible de
los lugares), privatizados y tranformados en mercancías en una secuencia lineal de
acontecimientos más o menos predecibles, dentro de la dinámica de las demandas de
consumidores y del marketing de las industrias basadas en la prestación de servicios. La
construcción social de la naturaleza y los sentidos de los lugares se desenvuelve, más
bien, en una proceso dialéctico en el que el turismo distorsiona -y al mismo tiempo
constituye- el lugar visitado en medio de prácticas que se inscriben dentro de
condiciones estructurales más abarcativas. Las sociedades locales también encuentran sus
espacios para usar el turismo como una forma para ganar visibilidad política y luchar por
la recuperación del control sobre los recursos, aunque está por verse con qué
resultados. Migraciones y turismo, como políticas culturales-económicas, resultan estar
relacionadas en varias dimensiones: antes, con ciclos más lentos, hoy a través de
relaciones de toma y daca, de un consumo efímero que, combinando escenografías
industrializadas con la exhibición predigerida, propone gerenciar los consumos,
seleccionando qué se debe mostrar, y qué ocultar. Y eso no es nada nuevo en la
mitológica y errática historia de las mercancías y los significados.
Notas
- Cuando se "Prometen dar un millón de empleos con
el turismo. La Alianza (coalición que hoy gobierna) lanzó desde San Martín de
los Andes la Plataforma Turística Nacional" es porque la esperanza (y la promesa
a inversores) de utilizar circuitos turísticos existentes -o de abrir nuevos- es
importante ("Rio Negro", General Roca, 22 de agosto de 1999). De la misma
manera, las cámaras empresarias locales también ejercen presión sobre gobiernos,
condiciones laborales y ecosistemas. En otro artículo, titulado "Bariloche apunta
al millón de turistas" leemos que "En el mundo de los negocios cada día
son menos los que dudan que el turismo se proyecta como una de las actividades más
importantes del próximo siglo. La "industria sin chimeneas" crece a la par de
la economía y permite generar interesantes fuentes de trabajo en lugares aun aislados y
"alejados del mundo". El turismo requiere infraestructura, pero fundamentalmente
demanda servicios. De hecho es un negocio basado en la confianza entre las personas, por
lo cual puede valer tanto una lujosa suite cinco estrellas como el trabajo de un guía en
medio de la cordillera. En los últimos años, Bariloche, la Patagonia y Argentina
parecieran acompañar el sostenido crecimiento del turismo en el mundo. En esta ciudad, el
aumento fue acompañado por una serie de acciones, desde la órbita estatal y privada, que
apuntan a captar un millón de turistas para el año que viene" (Diario Río
Negro del Martes 8 setiembre de 1998).
- En Inglaterra, la industria del acervo cultural (heritage
industry) moviliza actualmente más capital que toda la producción industrial junta
(ver por ejemplo Shaw y Williams, 1994 y Zukin, 1990).
- Si bien es cierto que ese mecanismo global de
intervención económica para asistir y asegurar inversiones no pudo ser aprobado, la
tendencia a establecer condiciones similares por otras vías no deja de ser una
preocupación para muchas economías regionales y movimientos sociales. Al respecto ver
Dobin, 1998.
Ponerle nombre a las cosas, a los
lugares, a la gente como ponerle precio- nunca ha sido una cuestión neutral. En su
reciente anuncio sobre los esfuerzos nacionales y municipales para atraer a la Disney
Corporation (esfuerzos que incluyen el "ofrecimiento" de 200 valiosas hectáreas
de propiedad municipal para la instalación de un parque temático) el actual intendente
de San Martín de los Andes interpretó que "el parque temático constituye un paseo
en el que la flora, la fauna y la identidad del lugar se pondrán en valor, en
combinación con la envergadura internacional que la Disney tiene por marca
registrada" (http://www.rionegro.com.ar/arch200005/s06g08.html , subrayado nuestro).
Gentrificación es el proceso por el cual una zona urbana
o rural es reconvertida y valorizada en el mercado inmobiliario, lo que puede ocurrir por
medio de inversiones, compras, desplazamientos, filtrado social, alianzas tácticas o
exclusiones. Si este tipo de operaciones era usualmente el resultado de alguna iniciaticva
privada o de la competencia y carrera para distinguirse socialmente, hoy depende en gran
medida de la intervención estatal, que colabora por medio de zonificacioes, concesiones,
subsidios, beneficios fiscales, etc. Gentry refiere a "gente bien",
cortesanos, industriales o comerciantes ricos.
Ver al respecto Rosset, Peter (Sept. 1999) "The
Multiple Functions and Benefits of Small Farm Agriculture in the Context of Global Trade
Negotiations", presentado en "Cultivating Our Futures," FAO/Netherlands
Conference on the Multifunctional Character of Agriculture and Land, 12-17 September 1999,
Maastricht, The Netherlands y co-publicado por Transnational Institute Paulus, Amsterdam
<http://www.worldcom.nl/tni>.
Ver por ejemplo en Confédération Paysanne http://www.confederationpaysanne.fr/anapro/liste.htm
y http://www.confederationpaysanne.fr/anapro/omcespagnol.html
Construir pantallas visuales para ocultar lo indeseable
ciertamente afecta la disposición de ciudades y vecindarios. Cuando el arquitecto A.
Bustillo construyó el Hotel Llao Llao en Bariloche en los años 1940 (hoy convertido en
un resort propiedad del empresario George Soros) también incluyó una "línea
protectora" de edificios públicos en la Avenida Costanera para que los visitantes no
vieran "ese poblado chilote" (San Carlos de Bariloche) en su travesía entre la
estación de tren y el hotel. Debo esta referencia al arquitecto Alberto Falaschi de esa
ciudad.
La definición de frontera que adopta Buenos Aires a
fines del siglo XIX es, principalmente, la del norteamericano Frederic J.Turner, que
marcaba un "border" exterior no claramente delimitable en el que chocaban dos
culturas, la de los pioneros blancos, la civilización, y la de los indígenas y su
entrono, la barbarie (Cronon, 1995). La contratación del geógrafo californiano Bailey
Willis para estimar las riquezas y usos de cuencas para la extensión del ferrocarril al
sur puede ser considerada parte de esa admiración por el modelo norteamericano.
Tampoco hay que olvidar que el estrecho de Magallanes era
la ruta obligada, hasta la finalización del Canal de Panamá en 1914, para conectar
Europa con el oeste de todo el continente de Alaska a Chile- por vía marítima.
Utilizo esta palabra como traducción provisoria al
concepto de "commodification". En inglés, "commodity" se refiere a
objetos o procesos que pueden ser tranformados en ventaja comercial o cualquier
otro tipo, además de su aceptación tradicional de artículo de intercambio o comercio
(productos de la agricultura o minería, por ejemplo), y proviene del latin commoditas
y commodus (conveniente, ventajoso), según The American Heritage Dictionary of the
English Language, Third Edition,1992, Houghton Mifflin Company. Para un análisis en
detalle y genealogía del concepto, su asociación a la reificación en Lukács y su
relevancia para la comunicación ver Mosco (1996).
Entre las fuentes secundarias para analizar tendencias y
temas seleccioné el Nº 19 de la actualmente desaparecida revista Telos, editada
por Enrique Bustamante y publicada por Fundesco en Madrid; "Cultural Boundaries:
Identity and Communication in Latin America" (1997), edición especial de Media
Development, the Journal of the World Association for Christian Communication en Londres
(con trabajos de E. Bustamante, J. Schlesinger, J. Gonzalez, N. García Canclini y J.
Martín Barbero; Marques de Melo, J. entre otros (1993) Investigación en
comunicación: tendencias de la escuela latinoamericana, en Anuario del
Departamento de Historia 5, Madrid: Editorial Complutense; Schmucler, H. (1997) Memoria
de la Comunicación, Ed. Biblos, Buenos Aires y Rivera, J. (1997) Comunicación,
Medios y Cultura. Líneas de investigación en la Argentina. 1986-1996, Ed.
Universidad Nacional de La Plata.
La bibliogarfía que vincula la comunicación con el
dominio espacial, además de temporal, es ciertamente extensa y llena de controversias
acerca de sus orígenes. Jody Berland, por ejemplo, afirma que autores como Arjun
Appadurai, Derek Gregory, David Harvey, Frederic Jameson, Henri Lefébvre, Doreen Massey,
Edward Said, Neil Smith y Edward Soja, entre muchos otros, no mencionan las tempranas
contribuciones del canadiense Harold Innis para la comprensión de las jerarquías de
poder político y económico espacialmente diferenciadas (Berland, 1997). Hay pocas
razones para creer, por otra parte, que la consciencia acerca de la creación de
geografías subalternas y desarrollo desigual hayan sido descubiertas por la academia
occidental antes que por sus víctimas directas y sus intelectuales o líderes
espirituales y políticos.
El siguiente es un claro ejemplo de contradicción entre
la idea de lo "intangible" y los movimientos de inversiones. Para ser rentable,
en algún momento deberá aumentar el número de visitantes al lugar
"intangible", y para ser "intangible" debe excluir a quienes viven o
regular el acceso. En el artículo titulado "El embajador francés, hechizado con
la Patagonia" leemos que "Paul Dijoud continúa su recorrida por la
provincia del Neuquén. En la cordillera se pronunció por la intangibilidad de la
Patagonia y prometió la llegada de inversiones en turismo. Dijoud vaticinó un fuerte
crecimiento de las inversiones francesas en el país durante los próximos años. Entre
ellas destacó oportunidades para varias cadenas hoteleras.El funcionario francés
consideró con gran optimismo el escenario actual y futuro del país para multiplicar
inversiones.En ese sentido apuntó su disposición a "reforzar la convicción"
de los empresarios franceses para que incluyan a Neuquén y a la región de los lagos
entre sus proyectos. Dijoud recibió en esta ciudad un "dossier" preparado por
las autoridades municipales, y comprometió contactos para eventuales inversiones en la
región cordillerana. Poco después del mediodía, el embajador disfrutó de un asado de
cordero en el complejo de lujosas y a la vez rústicas cabañas de Tierra del Sol, y
partió luego hacia Villa La Angostura, para descansar hasta la tarde de hoy en El Mesidor
y después emprender el regreso a Buenos Aires. En un breve diálogo con la prensa, Dijoud
dijo que apurará consultas para promover la visita de franceses a la Patagonia, una
región que definió como única y que se inclinó por mantener intangible (...) Al
día siguiente anunció a la prensa que gestionará la radicación de hoteles del grupo
francés Accor en Neuquén y el resto de la zona turística de la Patagonia argentina.
Este grupo económico ya desembarcó en Argentina con sus Tickets Canasta, que son bonos
canjeables por alimentos con los que las empresas pagan parte del salario a sus empleados
(...) Accor tiene una veintena de cadenas hoteleras en todo el mundo". (Diario
Río Negro, Viernes 21 de enero de 2000, subrayado nuestro). La compra masiva de tierras
por parte de los Benneton, Ted Turner, Henry Kissinger, J. Lewis, la empresaria del
cemento Amalia Fortabat y el animador de TV Marcelo Tinelli, por mencionar sólo unos
pocos que sobresalen, también marcan una tendencia afín a la cuestión del valor de lo
"intangible" en lugares remotos.
Tal río y cuenca para satisfacer las apetencias de los
"inversores" bursátiles que apuestan a las ganancias de la extracción de
metales o minerales, tal otro río, valle o cuenca para quienes juegan a favor del
trekking o el turismo aventura, tal otra región para "extraer" el "valor
genético" que está "ahí", esperando ser "descubierto" para el
beneficio de la humanidad aunque, claro, luego de ser patentado e ingresado a los
circuitos de control privado o exclusivo.
Referencias a la cuestión del agua como mercancía
pueden encontrarse en www.canadians.org (página
del Council of Canadians) y www.irn.org , International
Rivers Network.
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© Andrés M. Dimitriu |